Advertencia
Nunca dejes ver Chocolat a una mujer.
Cuando la vi años atrás, nunca sospeché que la ambición de la Binoche sería también la de Sophie: la que, incapaz de resistir por mucho tiempo una rutina, una determinada manera de vivir, la llevaría a viajar y a perderse, buscándose a sí misma.
Y ahora, cuando tengo con la chica de la capa roja apenas el contacto de una llamada por teléfono a la semana, después de que ambos subiéramos el Calvario tras su marcha, cree que puede pedirme que la llame alguna vez, pero no más de dos; que puedo conformarme con hacerle preguntas de rigor, cuando lo que quiero es confesar. Que me bastan diez minutos, cuando no tendría suficiente con una hora. Que puedo mantenerme sobrio y lejano, cuando lo que quiero es llorar y decirle que vuelva, que no puedo fingir ser fuerte, que me tiene en sus manos. Que puedo evitar decir te quiero y te echo de menos, porque ella sí. A veces desearía que el teléfono no existiera.
Cuando la vi años atrás, nunca sospeché que la ambición de la Binoche sería también la de Sophie: la que, incapaz de resistir por mucho tiempo una rutina, una determinada manera de vivir, la llevaría a viajar y a perderse, buscándose a sí misma.
Y ahora, cuando tengo con la chica de la capa roja apenas el contacto de una llamada por teléfono a la semana, después de que ambos subiéramos el Calvario tras su marcha, cree que puede pedirme que la llame alguna vez, pero no más de dos; que puedo conformarme con hacerle preguntas de rigor, cuando lo que quiero es confesar. Que me bastan diez minutos, cuando no tendría suficiente con una hora. Que puedo mantenerme sobrio y lejano, cuando lo que quiero es llorar y decirle que vuelva, que no puedo fingir ser fuerte, que me tiene en sus manos. Que puedo evitar decir te quiero y te echo de menos, porque ella sí. A veces desearía que el teléfono no existiera.
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